A pesar de la tendencia positiva, aún no podemos bajar la guardia

26 abr 2019 Noticias y acciones

Los accidentes de tráfico mortales o graves en los que hay niños implicados son siempre estremecedores. Tanto las familias como los responsables se enfrentan a un gran sufrimiento. En el caso de niños menores de 15 años, la mayoría de los causantes del accidente conducía un turismo. Aunque en los últimos años se ha producido una evolución positiva en muchos aspectos, en lo que respecta al factor humano, la tecnología automotriz y la infraestructura aún queda mucho por hacer para mejorar de forma sostenible la seguridad vial de este grupo de edad.

La tendencia de los últimos años es clara: afortunadamente, en las carreteras de Europa, al igual que en otras partes del mundo, cada vez fallecen menos niños menores de 15 años. Mientras que en 2005 todavía se registraron 1.325 víctimas de accidentes en la UE en este grupo de edad, en 2017 «solo» fallecieron 593 niños en el tráfico rodado. Se trata de una disminución de un 55 %. En Estados Unidos esta reducción no fue tan drástica. Las cifras para el año 2017 aún no están disponibles, pero desde 2005 hasta 2016 el número de niños fallecidos en accidentes de tráfico se redujo un 37 %, de 1.955 a 1.233. No obstante, no hay ningún motivo para bajar la guardia, especialmente porque, por ejemplo, según los datos preliminares sobre accidentes de tráfico para Alemania, en 2018 se volvieron a registrar más víctimas mortales. Además, las cifras relativas a África y Asia presentadas en este informe corroboran que los responsables, especialmente en estas regiones, se enfrentan a desafíos inmensos. Hay numerosas áreas de actuación para lograr una mejora sostenible.
Una de las tareas más importantes en este contexto es la educación vial. Lo ideal sería que comenzase ya en edad preescolar, ya que, debido a su desarrollo, los niños no suelen ser capaces de tomar una decisión correcta en situaciones de peligro. Por ello, debemos explicar a los niños los riesgos del tráfico rodado para crear en ellos tan pronto como sea posible una conciencia de la seguridad. Aunque también es necesario sensibilizar aún más al resto de los usuarios de la vía pública sobre el comportamiento especial de los niños en el tráfico rodado. Ante todo, los usuarios adultos de la vía pública (y, en particular, los padres) deben ser siempre un buen ejemplo a seguir y ser conscientes de su papel modélico; por ejemplo, en lo relativo al uso del casco al montar en bicicleta o al comportamiento al cruzar una calle. No cabe duda: los niños suelen imitar los comportamientos que observan en los «mayores». Y, en casos críticos, las consecuencias pueden ser fatales.
Además de la educación vial, también es importante garantizar una infraestructura segura para el tráfico rodado en las cercanías de guarderías y colegios. Por ejemplo, se deben tomar medidas para reducir la velocidad, entre otras razones, porque la velocidad de colisión tiene un efecto crucial en la gravedad de las lesiones. En lo que respecta a los alrededores de las escuelas, no debemos olvidar a los «padres taxi». No cabe duda de que quienes llevan en coche a sus hijos hasta dejarlos prácticamente en la puerta del colegio lo hacen con buena intención. Sin embargo, los «padres taxi» no contribuyen a fomentar un comportamiento independiente y seguro de los niños en el tráfico rodado. Al mismo tiempo, el caos del tráfico matutino en los alrededores de las escuelas y guarderías conduce a menudo a situaciones de riesgo.
Partiendo de unas infraestructuras de la mayor calidad posible con calles bien cuidadas y suficientemente iluminadas, controles de velocidad en puntos de peligro, una señalización apropiada en el entorno de guarderías y escuelas, y muchas otras medidas, los niños también pueden contribuir a su propia seguridad en el tráfico rodado: por ejemplo, vistiendo ropa de colores llamativos con elementos retrorreflectantes y equipando la bicicleta con dispositivos de iluminación operativos. Así, será más fácil para los conductores reconocer a los niños, especialmente, durante el crepúsculo, en la oscuridad o con la luz tenue del otoño.
Tal y como DEKRA ha señalado en numerosas ocasiones en sus anteriores informes de seguridad vial, los errores que comenten las personas en el tráfico rodado —entre ellos, por ejemplo, las distracciones— son una causa habitual de accidentes. No importa si la intención es usar un momento el equipo de navegación, modificar el volumen de la radio o ajustar la temperatura del aire acondicionado: unos pocos segundos ya son suficientes para recorrer varios metros sin prestar atención, incluso a baja velocidad. En este tipo de situaciones, algunos dispositivos como los sistemas automáticos de frenado de emergencia con función de detección de peatones o ciclistas tienen un gran beneficio potencial. Lo mismo ocurre en los casos en los que los niños participan de forma imprudente en el tráfico rodado y, por ejemplo, corren repentinamente hacia la calzada o se ponen en peligro debido a otros comportamientos incorrectos.
No obstante, al igual que en los informes de seguridad vial de DEKRA de los últimos años, hay medidas claras que no debemos olvidar: para evitar que se originen situaciones peligrosas en el tráfico rodado, son y siempre serán imprescindibles un comportamiento responsable, la valoración correcta de las propias capacidades y un alto grado de aceptación de las normas por parte de todos los usuarios de la vía pública. Al fin y al cabo, las personas al volante constituyen el factor más decisivo a la hora de producirse un accidente, y esto es algo que no pueden cambiar ni la mejor tecnología automotriz ni unas infraestructuras óptimas para el tráfico rodado.