La movilidad segura en la tercera edad es una obligación social

20 may 2021 Noticias y acciones

En todo el mundo, las estadísticas confirman año tras año una desagradable constante: los usuarios sénior de la vía pública tienen un mayor riesgo de sufrir accidentes viales. Esto es especialmente cierto cuando las personas mayores participan en el tráfico rodado como peatones o ciclistas. Por tanto, debemos actuar cuanto antes, sobre todo si tenemos en cuenta que la proporción de los mayores de 65 años con respecto a la población total seguirá aumentando en las próximas décadas debido a la evolución demográfica. Hay muchos enfoques, como ha ejemplificado este informe, especialmente en los ámbitos del factor humano, la tecnología y la infraestructura.

En los últimos años, alrededor del 30 % de todos los fallecidos en accidentes de tráfico en la UE eran mayores de 65 años; en el grupo de peatones y ciclistas supusieron incluso casi la mitad de todas las víctimas mortales de tráfico. Estos pocos datos, que no han cambiado apenas con el paso de los años, ya ilustran el dilema tan peligroso al que se enfrentan las personas mayores que participan en el tráfico, sea cual sea su forma de desplazarse. Si las previsiones de las Naciones Unidas se cumplen, la situación podría empeorar aún más en el futuro en algunas regiones del planeta. Por ejemplo, para 2050 se espera que en Europa y Norteamérica uno de cada cuatro habitantes ya tenga 65 años o más. Teniendo en cuenta que con la edad aumenta la vulnerabilidad —es decir, el mayor riesgo de sufrir lesiones graves o mortales en comparación con personas más jóvenes en accidentes idénticos—, existe el riesgo de que el número de víctimas de accidentes de tráfico entre los mayores de 65 años siga aumentando.
Para contrarrestarlo, puede recurrirse a todo tipo de medidas, que se han descrito con detalle en los capítulos anteriores. Un desafío especial es la resolución del conflicto entre, por una parte, mantener la movilidad independiente de los mayores hasta una edad avanzada y, por otra parte, minimizar el riesgo potencial al que están expuestos y que, en ocasiones, ellos mismos plantean. Si se quiere combatir este conjunto de problemas de forma preventiva, la combinación de varios enfoques parece ser el camino más eficaz. Por lo tanto, se deben tener en cuenta medidas de control, asesoramiento y evaluación, soluciones de diseño relativas a la tecnología de los vehículos y la infraestructura, así como conceptos de movilidad integradores.
Para aumentar la seguridad vial de los mayores, muchos expertos defienden el uso y el desarrollo de sistemas de asistencia que compensen los déficits relacionados con el envejecimiento y puedan contribuir a que disminuya la frecuencia con la que los conductores de edad avanzada se ven implicados en accidentes de coche o son incluso los principales causantes de ellos, por ejemplo, de bido a un comportamiento incorrecto al volante. Tal y como muestra una encuesta encargada por DEKRA, los mayores de 65 años están muy abiertos a los asistentes electrónicos. No obstante, se debe tener en cuenta que la alta penetración en el mercado de los vehículos con sistemas de asistencia llevará mucho tiempo. En el caso de los nuevos sistemas de seguridad, cabe esperar una media de unos 15 años a partir del momento en el que el equipamiento se vuelve obligatorio. En este contexto, también son interesantes los resultados publicados en enero de 2020 de un estudio encargado por el Instituto Federal de Carreteras alemán. Según este estudio, en 2017 los sistemas activos más instalados en Alemania eran el sistema de control de la estabilidad ESP con un 83 %, el asistente de frenado con un 77 % y el control de crucero con un 48 %. En cambio, sistemas más recientes como el asistente de frenado de emergencia, el detector de cambio de carril, el asistente de cambio de carril o el detector de ángulo muerto siguen alcanzando unas tasas de instalación muy bajas, en ocasiones inferiores al 5 %.
Las medidas infraestructurales, como las modificaciones en la red viaria, suelen requerir mucho tiempo desde que se planifican hasta que se implementan, de ahí que primero deba hacerse hincapié en el factor humano para así lograr resultados positivos lo más rápido posible en materia de seguridad vial, sobre todo para las personas mayores. Hay algo que está claro: las limitaciones de los recursos de procesamiento mental debidas al envejecimiento influyen enormemente en la cantidad y la complejidad de la información que una persona puede asimilar en un momento dado. Esto requiere un mayor esfuerzo para realizar una tarea de conducción, lo que lleva más rápidamente a un desgaste inapropiado, por ejemplo, en forma de cansancio o estrés mental. De esta forma, mantener un comportamiento vial conforme a las normas y adecuado a la situación se complica considerablemente, especialmente en puntos de intersección complejos, ante diferentes condiciones de prioridad o al girar. Así se explica, entre otras cosas, la mayor propensión a sufrir accidentes en estas situaciones de tráfico en particular. Con la edad, estimar velocidades y distancias también se vuelve más difícil, sobre todo si a esto se suman factores que afectan a la salud.
Para mejorar la seguridad vial de las personas mayores, es fundamental una estrategia proactiva a nivel internacional, nacional, regional y local que abarque todos los tipos de desplazamientos. El objetivo declarado, como obligación social, debe ser mantener una movilidad individual segura.

Las exigencias de DEKRA

Todas las consideraciones deben centrarse en cómo preservar la movilidad de los mayores de forma segura.