Minimizar eficazmente los potenciales de riesgo

20 may 2021 Factor Humano

Debido a los cambios físicos y cognitivos relacionados con la edad, a las personas mayores les resulta más difícil que en su juventud afrontar algunas situaciones del tráfico rodado. Entre ellas se encuentran, por ejemplo, el cambio de carril al adelantar, las situaciones de cruce de difícil visibilidad, las maniobras de giro y cambio de sentido, los conflictos en el tráfico rodado y las situaciones en las que sería necesaria una interacción con otros usuarios de la vía pública. No obstante, las pérdidas en las facultades mencionadas no tienen por qué suponer necesariamente un deterioro de la conducción, sino que se pueden compensar, por ejemplo, evitando las situaciones de tráfico de alto riesgo o adoptando un estilo de conducción más defensivo. Las clases específicas o los trayectos de evaluación acompañados también pueden contribuir a un estilo de conducción más seguro.

En nuestra sociedad, tener permiso de conducir es muy importante, especialmente entre los conductores de más edad. El carnet de conducir garantiza la movilidad individual en muchas áreas de la vida y, entre otras cosas, representa la vitalidad, la independencia y el placer de conducir. Esta función creadora de identidad resulta especialmente evidente cuando a un conductor de edad avanzada se le retira el permiso de conducir: puede llegar a considerar que le han «robado» un documento importante y, en ocasiones, se siente como «una persona incompleta».
Las investigaciones muestran que perder el carnet de conducir también es percibido generalmente como una experiencia muy abrumadora entre los conductores jóvenes y provoca un malestar incluso mayor que un divorcio, una separación o el desempleo. Entre las personas mayores, las consecuencias negativas típicas de la pérdida del permiso de conducir son, por ejemplo, síntomas depresivos o el deterioro del estado de salud y de la satisfacción vital debido al menor número de contactos sociales.
Al mismo tiempo, la evolución demográfica plantea enormes desafíos a la comunidad vial. En la mayoría de los países de la OCDE —es decir, los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, como Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, Francia, Italia, Alemania y muchos más—, las personas mayores son el grupo de población que más rápido crece. Según los datos de población de la ONU más recientes, de 2017, en 2040 vivirán más de 300 millones de personas mayores de 80 años en el mundo. En comparación, en 1990 eran 54 millones y en 2017, unos 126 millones. Se da una situación similar si miramos a los conductores de automóviles: las personas mayores también representan el grupo de más rápido crecimiento entre los titulares de permisos de conducir en todos los países industrializados, incluida Alemania. Como consecuencia del aumento de la esperanza de vida, cada vez hay más conductores sénior participando en el tráfico rodado.
El aumento constante desde hace 20 años del número de accidentes de tráfico provocados por los mayores de 65 se contrapone al deseo de mantener una movilidad a cualquier edad que permita garantizar la independencia, la participación en la sociedad y la calidad de vida. Así, se crea un conflicto de intereses que supone para los políticos y los expertos en seguridad un dilema casi imposible de solucionar. Por una parte, la movilidad de los conductores de edad avanzada debe mantenerse y fomentarse durante el mayor tiempo posible para evitar las consecuencias negativas de la pérdida del permiso de conducir mencionadas. No obstante, al mismo tiempo, también se aplica el principio del deber de protección estatal, según el cual no se debe exponer innecesariamente a la comunidad vial a riesgos evitables.
La clave para unas medidas de seguridad vial eficaces consiste en identificar de forma fiable a los conductores que pueden representar un riesgo especialmente elevado para todos los usuarios de la vía pública. Un enfoque metódico para esta valoración de riesgos consiste en analizar los errores de conducción y las causas de accidente más habituales, aunque sin olvidarnos de la evolución y los cambios del estado de salud típicos de la edad. De aquí pueden surgir importantes impulsos para las medidas de control y asesoramiento (Enforcement/Education), así como soluciones de diseño interconectadas (Engineering).

POTENCIAL DE RIESGO DE LOS CONDUCTORES DE EDAD AVANZADA

Como ya se ha mencionado en el capítulo Accidentes , las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística alemán constatan que, en Alemania, la implicación en accidentes de las personas de edad avanzada es elevada si se tiene en cuenta que, en comparación con los jóvenes, recorren trayectos cortos. Además, los conductores mayores de 75 años suelen ser los causantes principales de los accidentes de tráfico. Por otra parte, las personas de edad avanzada circulan con mayor frecuencia por vías interurbanas, que son las que registran una mayor siniestralidad, así como por vías urbanas, y utilizan menos las autopistas. También es más probable que, en un accidente de la misma intensidad, sufran lesiones más graves que los usuarios de la vía pública más jóvenes o de mediana edad. Entre los conductores de mayor edad, incluso las heridas leves tienen más probabilidades de ser fatales que entre los más jóvenes, ya que los patrones de las lesiones son diferentes y, por ejemplo, el colectivo sénior sufre fracturas pélvicas y traumatismos torácicos graves con mayor frecuencia.
Como confirman diversos estudios, los espacios viales complejos en particular pueden suponer un gran desafío para los conductores de edad avanzada. Los cruces con escasa visibilidad y la confluencia de distintos sistemas de tráfico aumentan aún más las dificultades. Esto también se ve reflejado en los resultados extraídos a través de amplias observaciones del comportamiento de conducción de las personas sénior, que indican que transitar por puntos de intersección y girar a la derecha o a la izquierda son situaciones especialmente peligrosas. Además, se detectaron anomalías en la conducción al interactuar con ciclistas o peatones y en relación con velocidades excesivas al girar.

LA PRESERVACIÓN DE LA MOVILIDAD TIENE UNA ALTA PRIORIDAD

En este contexto, las cifras del Instituto Nacional de Estadística alemán tampoco dejan lugar a dudas en lo que respecta a los accidentes de tráfico de personas mayores en 2019. Según estas cifras, a los conductores de turismos de edad avanzada se les acusó con mayor frecuencia que a los menores de 65 de ignorar la preferencia de paso o la prioridad de otros vehículos (17,3 % frente a un 10,9 %). «Girar, cambiar de sentido, dar marcha atrás, introducirse en la circulación y arrancar» se encuentran a continuación, con un 16,7 % frente a un 11,9 %. Entre los peatones sénior, la causa de accidente más común fue el «comportamiento incorrecto al cruzar la calzada», con un 78,5 %. Esto se imputó a más de uno de cada cinco peatones mayores implicados. En casi dos tercios de los casos (63,3 %), la causa fue «cruzar la calzada sin prestar atención al tráfico» (gráficos 19 y 20).
Este tipo de comportamientos incorrectos en el tráfico rodado pueden tener diferentes causas y, en lo que respecta a la posibilidad de evitarlos, se pueden situar entre los polos «error humano» —por ejemplo, en el caso de la sobrecarga mental— e «incumplimiento deliberado de las normas ». En este sentido, el grado de responsabilidad personal se puede determinar con más detalle examinando cómo se combinan el procesamiento de la información del conductor —por ejemplo, la Este tipo de comportamientos incorrectos en el tráfico rodado pueden tener diferentes causas y, en lo que respecta a la posibilidad de evitarlos, se pueden situar entre los polos «error humano» —por ejemplo, en el caso de la sobrecarga mental— e «incumplimiento deliberado de las normas ». En este sentido, el grado de responsabilidad personal se puede determinar con más detalle examinando cómo se combinan el procesamiento de la información del conductor —por ejemplo, la percepción y los procesos cognitivos y motivacionales— y su competencia, incluyendo la aplicación de las normas y el dominio del vehículo. A pesar de la aceptación básica de las normas, es posible que surjan situaciones que abrumen a los conductores mayores si la conducción se vuelve excesivamente difícil, y esto puede favorecer un comportamiento inseguro al volante.
Los expertos consideran que los errores de conducción de las personas mayores se deben especialmente al deterioro del rendimiento, consecuencia a su vez de procesos de envejecimiento biológicos y de enfermedades. En el proceso de envejecimiento biológico, que afecta a todas las personas independientemente de sus enfermedades, se diferencia entre déficits cognitivos y físicos. Un aspecto de los cambios físicos es, por ejemplo, la disminución de la movilidad, que se manifiesta particularmente en la capacidad limitada de rotación del cuello y del tronco, lo que puede provocar problemas al girar y en las intersecciones.

EL DETERIORO DEL RENDIMIENTO PUEDE CAUSAR ERRORES DE CONDUCCIÓN

Los cambios cognitivos debidos a la edad están relacionados principalmente con el deterioro de la atención selectiva y dividida y de la velocidad de procesamiento de la información, que conllevan una ralentización de los tiempos de reacción y un aumento del tiempo necesario para realizar actividades múltiples. Las limitaciones debidas al envejecimiento que presentan estos recursos de procesamiento mental afectan a la cantidad y a la complejidad de la información que una persona puede asimilar en un momento dado. Por ello, hacen necesario un mayor esfuerzo para realizar la misma tarea de conducción, lo que lleva más rápidamente a un desgaste inapropiado, por ejemplo, en forma de cansancio o estrés mental. Esto dificulta un comportamiento vial conforme a las normas y adecuado a la situación, especialmente en puntos de intersección complejos, ante diferentes condiciones de prioridad o al girar. Así se explica, entre otras cosas, la mayor propensión a sufrir accidentes en estas situaciones de tráfico en particular. Con la edad, estimar velocidades y distancias también se vuelve más difícil.

COMBINACIÓN DESFAVORABLE DE FACTORES PERJUDICIALES PARA LA SALUD

Además de estos cambios normales relacionados con la edad, las enfermedades crónicas cada vez son más frecuentes entre las personas mayores. Entre ellas se encuentran, por ejemplo, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes mellitus o las enfermedades del sistema musculoesquelético, que por sí solas ya pueden afectar negativamente a la capacidad de conducción. Para la seguridad vial también resultan de vital importancia una percepción intacta y, en particular, una agudeza visual de ambos ojos de al menos un 70 % en el caso del permiso de conducción de turismos. Al fin y al cabo, se calcula que el 90 % de toda la información relacionada con el tráfico se asimila a través de los ojos. Sin embargo, el problema es que la capacidad visual empeora con la edad: una persona de 61 años tiene de media solo un 74 % de la agudeza visual de una persona de 20 años, y una de 80, de solo un 47 %. Dado que las deficiencias de la visión crepuscular se desarrollan lentamente a lo largo de muchos años, a menudo pasan desapercibidas para los conductores mayores. Según las estimaciones de los expertos, en el 22 % de las personas de 60 a 69 años y el 34 % de las mayores de 70, la visión crepuscular está tan deteriorada que ya no pueden conducir vehículos de forma segura por la noche debido a este motivo.
Además de la vista, el sentido del oído también se ve afectado por la edad. A medida que se cumplen años, aumenta la probabilidad de sufrir una disminución de la capacidad auditiva. Esto tiene un efecto desfavorable en la seguridad vial, especialmente en combinación con otros déficits multisensoriales (visión, sentido del equilibrio, mareos debidos a la edad). Con frecuencia, los conductores de edad avanzada padecen múltiples enfermedades crónicas. En algunos casos, también presentan el síndrome metabólico, es decir, que además de hipertensión y sobrepeso, también sufren diabetes. El rendimiento puede disminuir significativamente en todos los tipos de diabetes si se han presentado complicaciones acusadas, como trastornos de la vista o parálisis a causa de un accidente cerebrovascular. La diabetes tipo 2 debe considerarse un factor de riesgo de las enfermedades cardiovasculares. En algunos tipos de diabetes pueden aparecer complicaciones en los ojos, los riñones y los nervios, así como en los vasos sanguíneos del corazón, el cerebro o las piernas, y provocar también limitaciones funcionales.
En un estudio sobre el estado de salud de los conductores sénior y sus consecuencias para la seguridad vial, se identificaron algunos factores de riesgo tras un análisis sistemático de 400 expedientes de conductores mayores de 65 años con características llamativas archivados en el organismo competente de la concesión de permisos de conducir de Dresde (Sajonia). Para evaluar el riesgo, se utilizaron los resultados de una prueba de aptitud para la conducción ordenada por las autoridades, con la conclusión de que la probabilidad de obtener un resultado negativo aumentaba si se presentaban las siguientes características: edad superior a 80 años, demencia, multimorbilidad e implicación en accidentes complejos. Sin embargo, no ocurría así en el caso de enfermedades individuales de la vista, limitaciones del movimiento, enfermedades renales, diabetes o enfermedades cardiovasculares. Esto puede deberse en parte a la existencia de estrategias de afrontamiento adecuadas y a que los rasgos positivos de la personalidad de las personas mayores, como puede ser la diligencia, probablemente favorezcan que se sigan los tratamientos que el médico indica a los pacientes de edad avanzada. Es decir: no es el diagnóstico de la enfermedad lo que caracteriza a un conductor, sino la forma de afrontarla. De hecho, esto también se aplica a las enfermedades transitorias con síntomas más o menos graves.

MAYOR RIESGO DE ACCIDENTE EN CASO DE ENFERMEDADES CRÓNICAS MÚLTIPLES

Además de la disminución del rendimiento típica de la edad y de los impedimentos causados por las enfermedades, los efectos de la medicación también pueden reducir de forma permanente la seguridad de conducción. En Alemania, el informe de prescripción de medicamentos de 2017 indica que cada asegurado mayor de 65 años toma una media de 3,9 dosis diarias de diferentes medicamentos (los mayores de 80 años, incluso 4,6) y que los pacientes de edad avanzada corren un especial riesgo debido a los efectos secundarios no deseados. A las personas mayores se les prescriben sobre todo benzodiacepinas y medicamentos que, si bien son útiles para los trastornos del sueño y para aliviar la ansiedad y la inquietud, también tienen un considerable potencial adictivo. Tomar benzodiacepinas de forma prolongada conlleva el riesgo de sufrir deterioros cognitivos generales y no totalmente reversibles. Los efectos no deseados, que sin duda son relevantes para la seguridad de conducción, abarcan desde el cansancio, la apatía y la somnolencia hasta las alteraciones de las funciones psicomotoras, como la capacidad de reacción y la concentración.
Además, las personas de la tercera edad tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades relacionadas con el dolor crónico, como la polineuropatía diabética, la artrosis o las enfermedades tumorales. El tratamiento incluye, entre otros, analgésicos opiáceos que pueden producir efectos adversos similares a los de las sustancias descritas anteriormente. Consumir alcohol de forma simultánea, incluso en pequeñas cantidades, puede tener efectos agravantes e incalculables.
Otro problema relacionado con el uso de medicamentos, según una encuesta realizada hace al gunos años, es que los hombres de edad avanzada en particular no estiman adecuadamente hasta qué punto los medicamentos que toman pueden suponer un riesgo para su capacidad de conducción. Por ello, parece que es necesaria una mayor sensibilización, para así hacer posible un mejor autocontrol. Esta es una tarea que, por ejemplo, podrían asumir muy bien los médicos de cabecera cualificados y formados para ello.

POSIBLES ESTRATEGIAS DE COMPENSACIÓN

Muchos conductores de edad avanzada pueden adaptar su comportamiento de conducción a medida que disminuye el rendimiento de sus capacidades físicas, cognitivas y ejecutivas, sobre todo, aplicando estrategias de compensación. Por una parte, cabe evitar determinadas situaciones, como conducir en la oscuridad, las horas punta en las ciudades, las vías con una gran densidad de tráfico, circular con condiciones meteorológicas adversas y los entornos con mala visibilidad. Por otra parte, en estas situaciones, cabe reducir la velocidad, aumentar la distancia de seguridad y, por lo general, conducir de forma más defensiva o utilizar sistemas de asistencia para mantener la distancia o aparcar.
No obstante, no se sabe hasta qué punto las personas mayores pueden valorar de forma realista tanto el deterioro progresivo de su rendimiento como los déficits relevantes para el tráfico y, en consecuencia, compensarlos conscientemente. En la bibliografía se pueden encontrar resultados contradictorios al respecto. Hay quienes sostienen que los conductores sénior pueden estimar correctamente sus capacidades y que se comportan de forma responsable, mientras que otros defienden que estos no se perciben a sí mismos como un factor de riesgo o que se consideran tan buenos como los conductores de su misma edad, o incluso mejores, algo que se conoce como el efecto «mejor que la media». Estos efectos distorsionadores de la autopercepción y la autoevaluación pueden contribuir a que muy pocos conductores de edad avanzada abandonen la conducción por voluntad propia, incluso en caso de un deterioro considerable del rendimiento, y a que solo reconsideren su comportamiento con respecto a la movilidad después de un acontecimiento crítico, como un accidente, un control policial o una prueba de aptitud de la autoridad vial.
La presencia simultánea de varias enfermedades, una limitación muy severa del rendimiento, los efectos secundarios de los medicamentos o los efectos combinados pueden reducir las posibilidades de compensación. Si a las limitaciones del rendimiento debidas a una enfermedad o al uso de medicamentos se suman al mismo tiempo déficits de la personalidad del conductor, como una falta de percepción de los problemas o una actitud irresponsable hacia las indicaciones y los consejos médicos, surge una peligrosa combinación de riesgos para la seguridad vial.