La infraestructura disponible, la composición de la población, los recursos financieros, la actitud de la gente con respecto a la seguridad en general y la seguridad vial en particular: en lo relativo al tráfico rodado, se observan algunas diferencias notables, tanto globalmente como en los distintos países y regiones. Por ejemplo, el tránsito en las zonas rurales difiere considerablemente del de las zonas urbanas. Al comparar de forma directa las ciudades, factores como la disponibilidad del transporte público, la red de carriles bici o incluso la topografía desempeñan un papel decisivo. El medio de transporte considerado también marca una diferencia. Para aumentar la seguridad de los ciclistas se requieren conceptos diferentes a los considerados para aumentar la seguridad de los ocupantes de turismos. Al mismo tiempo, las medidas introducidas para un tipo de usuarios de la vía pública no deben comprometer la seguridad de los demás. Tampoco se debe olvidar el trasfondo de la participación en el tráfico: ¿sirve para ir y volver del trabajo a diario, salir a comprar, transportar bienes y mercancías en distancias cortas o largas o simplemente para el ocio?
En este contexto general también debe tenerse en cuenta la edad de los usuarios de la vía pública. A medida que pasan los años, las condiciones de vida y las necesidades de movilidad cambian. Con el aumento de la experiencia vital se transforma la actitud hacia la aceptación del riesgo y los comportamientos arriesgados, así como la capacidad de prever situaciones críticas. Pero también cambian los límites de lo posible desde el punto de vista físico y cognitivo. Para aumentar la seguridad de todos y satisfacer al mismo tiempo las necesidades individuales de movilidad personal en cada grupo de edad, son necesarias consideraciones muy diferenciadas y análisis precisos. Comparar los accidentes por grupos de edad sirve para identificar las diferencias —o similitudes— en los puntos débiles a la hora de participar en el tráfico.
No obstante, observar las cifras absolutas centrándose en la edad de los usuarios de la vía pública solo tiene una utilidad limitada. En la mayoría de los países se carece de datos fiables de edad relativos al volumen de tráfico, es decir, las distancias recorridas en distintos medios de transporte, el tiempo de circulación o la frecuencia de uso de vías urbanas o no urbanas y autopistas. Sin embargo, conocer el porcentaje de cada grupo de edad en el conjunto de la población en relación con la frecuencia de siniestralidad, o también con la gravedad de las lesiones, nos proporciona claves importantes sobre su relevancia en el tráfico general y los cambios a largo plazo.